¡Qué año tenemos entre manos! Empezamos con los incendios del Amazonas y Australia, después las inundaciones y ahora un virus a nivel mundial por un pangolín sacado de su hábitat para consumo comercial (si tomamos como cierta una de las mil teorías que circulan en los medios). Ninguno de estos hechos está aislado de la intervención humana, nos guste o no, en distintas medidas todos contribuimos de manera colectiva a que estos casos extraordinarios sucedan. Pero quizá no está todo perdido, quizá ver lo rápido que la naturaleza retoma las calles y los océanos nos incentiva a cambiar nuestras premisas y comenzar de nuevo.
Quedarse en casa TODO el día pone en evidencia nuestros hábitos cotidianos, nuestras dietas y nuestra relación con lo que producimos. En lo personal, me hubiese gustado haber tenido una huerta encaminada antes de la Cuarentena para entretenerme ahora pero también para poder ser un poco más autosuficiente. Lamentablemente, a la fecha sólo tengo albahacas y suculentas para enfrentar al “Apocalipsis zombie”. ¿Uds. cómo vienen llevando estos días de resguardo? Nos llegan muchas consultas porque están cocinando más de lo normal en casa y por ende están llenando a tope sus composteras. También vemos que aparecieron más recetas caseras para evitar ir a los supermercados tan seguido, o para suplir los faltantes, o porque tenemos más tiempo de dedicarnos a la casa y al cuerpo (y de paso desconectar con la ansiedad de estos momentos).
Es por eso que este mes, en el marco del desafío sustentable que nos propusimos a principios del 2020, adelantamos el de #BasuraCero. Es un cambio que tiene que venir desde la voluntad para que sea sostentible, porque más que el qué y el cómo, primero hay que internalizar el porqué.
En la naturaleza la “basura” no existe, todo tiene un propósito y se aprovecha, es nuestro sistema fallido el que genera residuos que a veces se pueden recuperar (con esfuerzo y energía) pero muchas veces quedan acumulándose en rellenos sanitarios o en los ríos y mares.
Para reducir los residuos (hasta un cero ideal) hay que empezar por analizar, primero: ¿Qué es lo que estamos tirando? Lo que indefectiblemente nos lleva a: ¿Qué es lo que estamos consumiendo? ¿Cuántos envoltorios, paquetes, botellas, envases podríamos estar evitando? Un ejemplo, tenía un lote de frascos vacíos y me llevó a pensar en mi consumo de mermeladas compradas, en su contenido, en mis hábitos de desayuno y también en mi abuela que hacía dulce casero para toda la temporada… Conclusión: empecé a hacer mi propia mermelada controlando los ingredientes que incluía, reutilizando los frascos (esterilizados) que ya tenía y disfrutando de ese aroma a la fruta cocida, pasaje directo a mi infancia. También probé con recetas caseras de tapas de tarta, etc. No siempre se puede hacer todo (y acá el tema es no frustrarse #activistasimperfectos), pero muchas veces me doy cuenta que es más una cuestión de organizarse, y encontrar a los proveedores o emprendedores correctos para este camino, que de habilidad.
Este es un momento ideal para activar con los cambios de hábito, sobre todo porque estar puertas adentro nos da una tregua para probar ese champú libre de sulfatos hasta dar con al dosis justa o la copa menstrual sin miedo a “accidentes”, un ensayo de compostaje, etc. De paso, menos salidas a sacar los residuos y más autosuficiencia.
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